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En tiempo de elecciones, algo coherente por día.


Llegaron a la final del campeonato el Club Atlético Verdad y su tradicional rival, un cuadro más grande y poderoso. Los verdaderistas debieron soportar que se les prohibiera jugar en su cancha por razones de seguridad. Amparados por sus habituales alambrados y apoyos arbitrales, ganaron los de siempre y mucha gente se volcó a las calles a festejar.
Todos los presidentes pasaban por el ritual de la cueva, luego del cual salían diferentes. Entraban allí una vez conocido el resultado de la elección y cambiaban en ese lugar su discurso. Se tiene noticia de que el último, antes de instaurarse el gobierno electrónico, tomó una decisión valiente. La cueva fue convertida en museo y hasta el día de hoy pueden verse los huesos del presidente que renunció al cambio tradicional.

Devotísimo y amante de los desafíos, decidió probarse. Para eso, concertó una cita con el Diablo. Lanzó su propuesta frente a un interlocutor impávido.